No obstante las campañas educativas y políticas encaminadas a
una adecuada planificación familiar, el embarazo en la adolescencia,
aún constituye un hecho recurrente entre las cienfuegueras.
El momento de tener un hijo supone una elección primordial para la mayoría de las mujeres.
No pocas defienden la idea de atrasar ese instante en virtud de
encauzar primero sueños y aspiraciones personales. Otras, sin embargo,
apuestan por la gestación a edades muy tempranas, apenas distanciadas de la niñez.
Debido a su alta incidencia, la maternidad adolescente
constituye, ante la opinión de sociólogos, médicos, psicólogos y otros
especialistas, un asunto nada desdeñable a la hora de tener en cuenta
las complejidades de la modernidad. Para los expertos, representa un fenómeno de salud
en el cual se entrecruzan distintos aspectos de tipo demográfico,
social, económico, cultural y de comportamiento. El tema resalta no solo
por su magnitud, sino también por las consecuencias derivadas del mismo
para la estrenada mamá, la familia y la sociedad en su conjunto.
Una de ellas radica en el abandono o la interrupción de importantes
proyectos de vida, una vez que deciden asumir el rol de madres. Tal es
el caso de la cienfueguera Laura Sarduy, quien a los 18
años aplazó sus anhelos de continuar estudios universitarios para
dedicarse a plenitud a la crianza de su bebé, al menos durante el primer
año de vida.
“Yo no planifiqué el embarazo, sucedió sin esperarlo, pero nunca vi
el aborto como una opción. Antes, preferí tener a mi hijo, aunque esa
decisión representara postergar la realización de mis sueños personales.
El curso entrante espero comenzar una carrera en la Universidad
Pedagógica. Necesitaré una dosis de esfuerzo superior, lo sé, pero para
eso cuento con el apoyo de mis padres, mi esposo, quienes respaldan la
determinación de superarme y ser algo más que ama de casa. Es un
sacrificio que haré no solo por mi futuro, sino también por el de mi
niño”, comenta Laura.
Mairelis Rodríguez Leal, en cambio, “encargó” su
renuevo cuando lo creyó pertinente según sus aspiraciones, si bien
todavía no superaba lo establecido para la adolescencia. “Yo abandoné la
escuela al terminar el 11no. grado, luego me casé. Mi matrimonio
marchaba bien y consideré oportuno el momento de concebir un hijo. A
pesar de mi juventud, me sentía preparada. Además, conté con la ayuda
tanto de mi familia como la de mi esposo. A mi entender, es mejor parir
joven ¿por qué no?”, afirma.
En la opinión de los entendidos, la deserción escolar
pone en riesgo las posibilidades de las adolescentes de insertarse en
el mundo laboral en mejores condiciones para competir e incrementar los
ingresos familiares. Esto también se hace sentir en la calidad de la
socialización y educación de los descendientes, la cual queda, en gran
parte de los casos, a cargo de los abuelos.
De acuerdo con el Dr. Enio Castiñeira González, asesor de Ginecobstetricia del Programa de Atención Materno Infantil (PAMI)
en la provincia, “antes de los 19 años la mujer no está preparada
bio-fisiológicamente para concebir un hijo. Desde el punto de vista
anatómico, los huesos de la pelvis -por ejemplo- no han desarrollado lo
suficiente como para alojar una nueva vida. Tampoco poseen los
conocimientos necesarios para enfrentar el nuevo rol de madre”, asevera.
Al decir del facultativo, entre los 15 y 19 años resulta común la
búsqueda de orientación vocacional o profesional, no así el comienzo de
una etapa diferente, la cual supone replantearse roles hasta ese momento
no preconcebidos. Los cambios en la estructura social y familiar, los
biológicos, la disminución en la edad de la primera unión, junto a las
marcadas características psicológicas del paso de la niñez a la
adolescencia, constituyen factores de riesgo que, entre
otras secuelas, producen embarazos o partos no deseados, con
limitaciones para el ulterior desarrollo de las vidas de los padres e
hijos.
“El período recomendable para la maternidad oscila entre los 20 y los 35 años,
incluso alguna literatura especializada comienza a extenderla hasta los
37, pero nunca antes. Las progenitoras demasiado jóvenes corren el
riesgo de dar a luz hijos prematuros, con bajo peso al nacer. La
inmadurez de sus genitales provoca nacimientos distócicos (cesáreas) o
instrumentados, así como otras complicaciones durante la gestación, el
parto o el puerperio”, argumenta Castiñeira González.
Algunos números arrojan luces al tópico. En 2010, el 18,5 por ciento de las embarazadas cienfuegueras tenía menos de 19 años.
Los municipios de Abreus, Palmira y Cruces aportaron los mayores
índices con 25,2; 22,1 y 20,2 por ciento, respectivamente. Mientras
Lajas, Aguada, Cienfuegos, Cumanayagua y Rodas reportaron cifras
inferiores al 19 por ciento.
“En tal comportamiento influyen las condiciones socioculturales de las habitantes en esos lugares.
No menos importante constituye la presencia de centros educacionales en
el campo, donde la convivencia desde edades tempranas provoca el
adelanto de las relaciones sexuales y, por consiguiente, aumenta el riesgo del embarazo precoz”, puntualiza el galeno.
Según investigaciones consultadas, en la medida en que Cuba
comenzó a registrar un proceso de decrecimiento de la fecundidad
aumentaron las proporciones y tasas de embarazos en la adolescencia. Tal
realidad pone de relieve cómo en un país destacado por su equidad
reproductiva, la gestación precoz deviene resultado no esperado, cuyas
causas subyacen en factores sociológicos, psicológicos, culturales y otros.
Ser madre tempranamente suele iniciar, sin distinciones sociales, una
cadena de inconvenientes: abandono escolar, inserción laboral prematura
y con escasa preparación, responsabilidades económicas y pérdida de
vivencias propias de esa etapa de la vida.
Yailenys Peñate rememora su historia y no esconde la
alegría cuando habla de su hija de tres años, pero confiesa: “No estaba
preparada para enfrentar cuanto me pasó, parir a los 14 y organizar una
familia de la noche a la mañana. Mis pensamientos entonces se centraban
en pasar tiempo con mis amigas, salir libre de preocupaciones… no en
ser mamá”.
¿Qué hacer ante tal circunstancia? ¿Verlo como un problema o un
desenlace natural del devenir social? Se adelantan las cigüeñas, sí.
¿Están todas las jovencitas preparadas para ese regalo madrugador?
(*) En co autoría con Yudith Madrazo Sosa, periodista del CINCO de Septiembre.
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