miércoles, 12 de octubre de 2011

Y entonces el héroe se nos hizo real


Anoche ví a René por primera vez. Las imágenes me acercaron al hombre de carne y hueso, al ser humano que pensaba etéreo.
Escuché su voz, lo oí cantar una melodía de Silvio, conversar con su “amada Amalia”. No es sencillo ser un héroe, pero a él se le ve espontáneo, pues siente que no ha hecho nada extraordinario, sino lo que haría cualquier cubano con sentido común: defender la patria a toda costa, por la necesidad de preservar lo que hoy tenemos, por el futuro de Cuba toda.
La tarde estuvo triste y oscura, a ratos; en ocasiones, grata. René abrazó a Ivette y a Irmita, y las lágrimas me llevaron 13 años atrás, al momento en que no disfrutaban juntos, los consejos que no dio, las noches en las cuales no estuvo para compartir con la esposa esperanzas, frustraciones, conquistas o temores…
Anoche descubrí al René padre, al René hijo. Constaté la bondad de su rostro, aún curtido por los barrotes y el dolor de las carnes, cuando saben de lo injusto del encierro, cuando saben del dolor de sus hermanos y sus respectivas familias.
Fue raro, no lo niego, de un lado la felicidad compartida por verlo libre, del otro, la injusticia de saber que no ha podido abrazar a su eterna Olguita y a Irma, su madre; pero él permanece firme en la decisión de continuar en la lucha, firme en la necesidad de que se haga justicia.
Ver a René libre constituye una luz dentro del tortuoso camino transitado por más de diez años, constituye un vestigio de esperanza para Ramón, Fernando, Gerardo y Antonio, quienes continúan encerrados en cárceles de los Estados Unidos.

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