martes, 20 de septiembre de 2011

Maternidad adolescente: ¿nunca es temprano si la dicha es buena?

No obstante las campañas educativas y políticas encaminadas a una adecuada planificación familiar, el embarazo en la adolescencia, aún constituye un hecho recurrente entre las cienfuegueras.
El momento de tener un hijo supone una elección primordial para la mayoría de las mujeres. No pocas defienden la idea de atrasar ese instante en virtud de encauzar primero sueños y aspiraciones personales. Otras, sin embargo, apuestan por la gestación a edades muy tempranas, apenas distanciadas de la niñez.
Debido a su alta incidencia, la maternidad adolescente constituye, ante la opinión de sociólogos, médicos, psicólogos y otros especialistas, un asunto nada desdeñable a la hora de tener en cuenta las complejidades de la modernidad. Para los expertos, representa un fenómeno de salud en el cual se entrecruzan distintos aspectos de tipo demográfico, social, económico, cultural y de comportamiento. El tema resalta no solo por su magnitud, sino también por las consecuencias derivadas del mismo para la estrenada mamá, la familia y la sociedad en su conjunto.
Una de ellas radica en el abandono o la interrupción de importantes proyectos de vida, una vez que deciden asumir el rol de madres. Tal es el caso de la cienfueguera Laura Sarduy, quien a los 18 años aplazó sus anhelos de continuar estudios universitarios para dedicarse a plenitud a la crianza de su bebé, al menos durante el primer año de vida.
“Yo no planifiqué el embarazo, sucedió sin esperarlo, pero nunca vi el aborto como una opción. Antes, preferí tener a mi hijo, aunque esa decisión representara postergar la realización de mis sueños personales. El curso entrante espero comenzar una carrera en la Universidad Pedagógica. Necesitaré una dosis de esfuerzo superior, lo sé, pero para eso cuento con el apoyo de mis padres, mi esposo, quienes respaldan la determinación de superarme y ser algo más que ama de casa. Es un sacrificio que haré no solo por mi futuro, sino también por el de mi niño”, comenta Laura.
Mairelis Rodríguez Leal, en cambio, “encargó” su renuevo cuando lo creyó pertinente según sus aspiraciones, si bien todavía no superaba lo establecido para la adolescencia. “Yo abandoné la escuela al terminar el 11no. grado, luego me casé. Mi matrimonio marchaba bien y consideré oportuno el momento de concebir un hijo. A pesar de mi juventud, me sentía preparada. Además, conté con la ayuda tanto de mi familia como la de mi esposo. A mi entender, es mejor parir joven ¿por qué no?”, afirma.
En la opinión de los entendidos, la deserción escolar pone en riesgo las posibilidades de las adolescentes de insertarse en el mundo laboral en mejores condiciones para competir e incrementar los ingresos familiares.  Esto también se hace sentir en la calidad de la socialización y educación de los descendientes, la cual queda, en gran parte de los casos, a cargo de los abuelos.
De acuerdo con el Dr. Enio Castiñeira González, asesor de Ginecobstetricia del Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) en la provincia, “antes de los 19 años la mujer no está preparada bio-fisiológicamente para concebir un hijo. Desde el punto de vista anatómico, los huesos de la pelvis -por ejemplo- no han desarrollado lo suficiente como para alojar una nueva vida. Tampoco poseen los conocimientos necesarios para enfrentar el nuevo rol de madre”, asevera.
Al decir del facultativo, entre los 15 y 19 años resulta común la búsqueda de orientación vocacional o profesional, no así el comienzo de una etapa diferente, la cual supone replantearse roles hasta ese momento no preconcebidos. Los cambios en la estructura social y familiar, los biológicos, la disminución en la edad de la primera unión, junto a las marcadas características psicológicas del paso de la niñez a la adolescencia, constituyen factores de riesgo que, entre otras secuelas, producen embarazos o partos no deseados, con limitaciones para el ulterior desarrollo de las vidas de los padres e hijos.
“El período recomendable para la maternidad oscila entre los 20 y los 35 años, incluso alguna literatura especializada comienza a extenderla hasta los 37, pero nunca antes. Las progenitoras demasiado jóvenes corren el riesgo de dar a luz hijos prematuros, con bajo peso al nacer. La inmadurez de sus genitales provoca nacimientos distócicos (cesáreas) o instrumentados, así como otras complicaciones durante la gestación, el parto o el puerperio”, argumenta Castiñeira González.
Algunos números arrojan luces al tópico. En 2010, el 18,5 por ciento de las embarazadas cienfuegueras tenía menos de 19 años. Los municipios de Abreus, Palmira y Cruces aportaron los mayores índices con 25,2; 22,1 y 20,2 por ciento, respectivamente. Mientras Lajas, Aguada, Cienfuegos, Cumanayagua y Rodas reportaron cifras inferiores al 19 por ciento.
“En tal comportamiento influyen las condiciones socioculturales de las habitantes en esos lugares. No menos importante constituye la presencia de centros educacionales en el campo, donde la convivencia desde edades tempranas provoca el adelanto de las relaciones sexuales y, por consiguiente, aumenta  el riesgo del embarazo precoz”, puntualiza el galeno.
Según investigaciones consultadas, en la medida en que Cuba comenzó a  registrar un proceso de decrecimiento de la fecundidad aumentaron las proporciones y tasas de embarazos en la adolescencia. Tal realidad pone de relieve cómo en un país destacado por su equidad reproductiva, la gestación precoz deviene resultado no esperado, cuyas causas subyacen en factores sociológicos, psicológicos, culturales y otros.
Ser madre tempranamente suele iniciar, sin distinciones sociales, una cadena de inconvenientes: abandono escolar, inserción laboral prematura y con escasa preparación, responsabilidades económicas y pérdida de vivencias propias de esa etapa de la vida.
Yailenys Peñate rememora su historia y no esconde la alegría cuando habla de su hija de tres años, pero confiesa: “No estaba preparada para enfrentar cuanto me pasó, parir a los 14 y organizar una familia de la noche a la mañana. Mis pensamientos entonces se centraban en pasar tiempo con mis amigas, salir libre de preocupaciones… no en ser mamá”.
¿Qué hacer ante tal circunstancia? ¿Verlo como un problema o un desenlace natural del devenir social? Se adelantan las cigüeñas, sí. ¿Están todas las jovencitas preparadas para ese regalo madrugador?
(*) En co autoría con Yudith Madrazo Sosa, periodista del CINCO de Septiembre.

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